Los equipos de rescate marroquíes, apoyados por refuerzos extranjeros, continúan en su búsqueda para encontrar supervivientes y asistir a los cientos de personas cuyas casas quedaron arrasadas por un sismo que dejó casi 2 mil 500 muertos.
El terremoto, el más fuerte desde hace más de seis décadas, devastó el 8 de septiembre por la noche pueblos enteros en la región situada al suroeste de la turística ciudad de Marrakech, y causó 2 mil 497 muertos y 2 mil 476 heridos, según el último balance oficial.
Marruecos anunció el domingo por la noche que había aceptado las propuestas de España, Reino Unido, Qatar y Emiratos Árabes Unidos de enviar equipos de búsqueda y rescate.
Rescatistas españoles estaban presentes en dos localidades golpeadas por el temblor al sur de Marrakech, Talat Nyaqoub y Amizmiz.
En Talat Nyaqoub fueron desplegadas 12 ambulancias, varias decenas de 4×4 del ejército y la gendarmería. Un centenar de socorristas marroquíes reciben órdenes antes de comenzar las operaciones de búsqueda.
No muy lejos, un equipo de 30 bomberos españoles, un médico, una enfermera y dos técnicos se coordinan con las autoridades marroquíes para iniciar las labores.
Numerosos países como Francia, Estados Unidos o Israel se pusieron a disposición del reino norteafricano.
“La gran dificultad está en las zonas alejadas y difíciles de acceso, como aquí, pero los heridos son trasladados en helicóptero”.
“Es difícil decir si las probabilidades de encontrar supervivientes disminuyen porque, por ejemplo, en Turquía conseguimos hallar una mujer viva tras seis días y medio”.
“Siempre hay esperanza. También es importante encontrar los cuerpos sin vida porque las familias tienen que saberlo y hacer el duelo”, declaró la responsable del equipo de bomberos español, Annika Coll.
Unos 70 kilómetros más al norte, otro equipo de 48 agentes de la Unidad Militar de Emergencias estableció un campamento en la entrada de la pequeña localidad de Amizmiz desde el domingo por la noche.
“Esperamos una reunión con la protección civil marroquí para determinar exactamente dónde podemos desplegarnos”, señaló Albert Vásquez, de la UME.
El equipo va acompañado por cuatro perros y lleva microcámaras para introducirse en las pequeñas cavidades entre los escombros. También lleva aparatos para detectar presencia humana.
En Tikht, un pequeño pueblo cerca de Adassil, un minarete y un puñado de casas de adobe aguantan como únicas supervivientes en un paisaje apocalíptico.
“La vida ha terminado aquí. El pueblo está muerto”, lamentó Mohssin Aksum, un vecino de 33 años.
Cerca de él las fuerzas de seguridad marroquíes cavan las tumbas para las víctimas o instalan tiendas amarillas para los supervivientes que se quedaron sin hogar.
El terremoto, ocurrido el 8 de septiembre por la noche, tuvo una magnitud 7 según el centro marroquí para la investigación científica y técnica, y de 6.8 para los servicios geológicos estadounidenses.
Ante la amplitud de la destrucción, brota la solidaridad en Marrakech, donde numerosos habitantes hicieron fila en los hospitales para donar sangre.
Además de las pérdidas humanas y materiales, el sismo afectó al patrimonio arquitectónico del reino. En la medina del barrio antiguo de Marrakech, los daños son impresionantes. Las murallas del siglo 12 que rodean la ciudad imperial, fundada alrededor del año 1070 por la dinastía de los almorávides, están parcialmente desfiguradas.
Es el terremoto más mortífero en golpear Marruecos desde el ocurrido en Agadir el 29 de febrero de 1960. Allí murieron casi 15 mil personas, un tercio de la población de esta ciudad en la costa oeste.