Mucho antes de que los egipcios alcanzaran su auge en Menfis, su capital imperial, los primeros pobladores actual valle de Supe ya habían fincado las bases de su ciudad sagrada.
Cerca de las costas septentrionales del Perú, la civilización se alzó entre amplios montes de arena desértica en la Cordillera Andina. De acuerdo con la datación realizada por la Universidad de San Marcos (EEUU), la ciudad más antigua de América ya había florecido hace 5,000 años.
Con canales de riego, escalinatas señoriales y espacios de culto de dimensiones monumentales, la ciudad más antigua de América expandió su influencia a través de todo el norte del actual Perú. Preocupados por descifrar la organización del cosmos, y calendarizar sus ciclos agrarios a partir de los astros, esta civilización se adelantó a los planetarios más antiguos de Mesoamérica. Ésta es su historia.
La antigua civilización caral erigió las bases de su ciudad sagrada al norte del actual Perú, en medio del desierto costeño. Inicialmente, fueron grupos de cazadores-recolectores, que se establecieron en el valle alrededor del año 9,000 a.C. Como consecuencia del desarrollo de la agricultura, construyeron su ciudad-estado alrededor del año 3,000 a.C. Esto querría decir que son 1,500 años más antiguos que los Olmecas, conocidos como ‘la cultura madre’ de Mesoamérica.
De acuerdo con el Ministerio de Cultura del Perú, Caral podría ser la ciudad más antigua de todo el hemisferio occidental. Con escalinatas de 9 metros de largo, plazas circulares y edificios civiles de magnitudes monumentales, ésta fue la ciudad más influyente en todo el conjunto de valles en el Norte Chico. Lo más sorprendente, es que “la urbanización peruana se desarrolló en total aislamiento”, documenta Popular Archaeology en su más reciente publicación. Incluso a pesar de las adversidades del desierto, la urbe sagrada floreció.
“Sólo Pirámide Mayor cubre un área casi del tamaño de cuatro canchas de futbol y mide más de 18 metros de altura”, documenta Smithsonian Magazine. En las cercanías de este complejo ceremonial, los arqueólogos han desenterrado evidencia de una inmensa pira, sobre los restos de un atrio de dimensiones monumentales.
Se estima que miles de obreros trabajaron en la creación de este espacio religioso, sin contar a las huestes de artesanos, arquitectos, administradores y supervisores que estuvieron a cargo de la construcción.
A los arqueólogos que han investigado el sitio les llama la atención que el grueso de las plazas y edificios obedecen un acomodo circular. No sólo eso. Las mediciones más recientes revelan que no todos los edificios religiosos tenían el mismo tamaño. Además, se sabe que las pirámides estaban recubiertas con barro y pintura blanca o amarilla, según fuera el caso.
El yacimiento de Caral heredó su nombre de la civilización que fincó sus bases. Existe evidencia de que los carales tejieron una red de intercambio comercial con otras ciudades con extensiones territoriales similares. Así, la sociedad se estratificó y establecieron una poderosa red económica andina, explica Popular Archaeology. Por ello, en al menos tres ciudades diferentes, se han encontrado ejemplos de instrumentos de pesca y shicras, bolsas utilizadas antiguamente para acarrear materiales de construcción.
De acuerdo con la investigadora Ruth Shady Solís, todo esto fue posible gracias a las tierras fértiles que se nutrían del Río Supe, cuyos afluentes acariciaron las tierras áridas del norte peruano. Los carales lograron controlar estos cuerpos de agua para regar las cosechas, explica la especialista. Y, a su vez, le dieron la pauta a otros 21 asentamientos que se establecieron en la zona. No es casualidad que las comunidades que florecieron cerca de los afluentes tengan una calca prácticamente idéntica de los canales de irrigación encontrados en Caral.
Por todo lo anterior, el poder político se concentró en esta antigua ciudad sagrada, a cargo de los curacas, el nombre que recibió la élite en el poder. Se piensa que lograron consolidar el poder bajo un régimen teocrático, que mantuvo bajo control las relaciones militares y comerciales con los pueblos aledaños. Por el amplísimo desarrollo cultural y urbano que alcanzó Caral —o Caral-Supe, como también se le conoce al sitio arqueológico—, en el año 2009, la UNESCO la catalogó como Patrimonio de la Humanidad.