El riesgo de olas de calor mortales será más frecuente y el exceso de mortalidad relacionado con éstas aumentará. Europa se verá especialmente afectada, revela un nuevo estudio de ETH Zurich.
Olas como las que el mundo vive hoy son particularmente fatales para los ancianos, los enfermos y los pobres. La que Europa sufrió en 2003 e hizo que las temperaturas alcanzaran 47.5 grados Celsius, fue uno de los peores desastres naturales de las últimas décadas y cobró entre 45 mil y 70 mil víctimas en pocas semanas. Los bosques se quemaron, las cosechas se marchitaron y las salas de emergencia estaban llenas al máximo.
A nivel mundial, los costos ascendieron a unos 13 mil millones de dólares. Sin embargo, el público sigue siendo menos consciente de los riesgos de las olas de calor relacionados con el clima.
Esto es un problema, señala el nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications. Episodios como el de 2003 podrían convertirse en la nueva norma en los próximos años.
Investigadores del Instituto de Decisiones Ambientales de ETH Zurich colaboraron con un grupo internacional de epidemiólogos en el estudio.
Desde 2013, sistemáticamente han recopilado datos sobre el exceso de mortalidad diario relacionado con el calor en 748 ciudades y comunidades de 47 países europeos, el sudeste Asiático, América Latina, Estados Unidos y Canadá.
Con este conjunto de datos calcularon la relación entre la temperatura diaria promedio y la mortalidad en esos lugares y pudieron establecer la temperatura ideal de cada uno donde el exceso de mortalidad es el más bajo. En Bangkok, por ejemplo, este valor es 30 grados centígrados, en Sao Paulo 23, en París 21 y en Zurich 18 grados centígrados.
Cada décima de grado por encima de este valor ideal aumenta el exceso de mortalidad. “No todo el calor es igual”, explica Samuel Lüthi, autor principal del estudio y el profesor David Bresch. “La misma temperatura tiene un impacto completamente diferente sobre el exceso de mortalidad relacionado con el calor en las poblaciones de Atenas y Zurich”.
Esto depende no sólo de la temperatura, sino también de la fisiología (aclimatación), el comportamiento (largas siestas a mitad del día), la planificación urbana (espacios verdes versus concreto), la estructura demográfica de la población y el sistema de salud local. .
Lüthi ha calculado el impacto de más de 7 mil años de fenómenos meteorológicos físicamente posibles sobre la mortalidad relacionada con el calor.
Los resultados muestran que el riesgo de olas de calor con alto exceso de mortalidad ya ha aumentado marcadamente en los últimos 20 años.
“El exceso de mortalidad de un verano caluroso como el de 2003 solía considerarse un fenómeno extremo que se da una vez cada siglo. Ahora esperamos que ocurra una vez cada 10 a 20 años”, señala.
Las cifras de mortalidad por calor que se consideraban improbables en 2000 (una vez cada 500 años), se producirán 14 veces cada 100 años en un escenario de 2 grados. Suponiendo que no haya adaptación al calor, la probabilidad de mortalidad durante olas tan extremas aumentará en un factor de 69.
Las regiones que corren particular riesgo de olas crecientes incluyen las costas del golfo y el Atlántico de Estados Unidos, así como la del Pacífico de América Latina; el Medio Oriente; el sudeste Asiático, y el Mediterráneo.
Incluso, en escenarios moderados, un verano caluroso puede provocar que 10 por ciento de todas las muertes en un país estén relacionadas con el calor.
París se vio especialmente afectado en 2003. La cifra era de 5 a 7 por ciento, lo que significa que sólo ahí la ola provocó la muerte prematura (por deshidratación, insolación y ataque cardiaco) de alrededor de 2 mil 700 personas.
“Según nuestros cálculos, en el futuro hasta 15 por ciento de las muertes en París podrían estar relacionadas con el calor”, afirma Lüthi.