La especie no presentó ninguna alteración, a pesar de situarse en la zona altamente radioactiva.
Fue hace 38 años, cuando el 26 de abril de 1986, la central nuclear de Vladímir Ilych, ubicada a 18 kilómetros de la ciudad de Chernóbil, sufrió uno de los mayores accidentes nucleares en la historia de la humanidad, el cuál cambió la vida de miles de personas en la región norte de Ucrania, provocando miles de muertes y enfermedades degenerativas.
El accidente generado en el cuarto reactor de la planta nuclear de Chernóbil, liberó una cantidad masiva de radiación, la cual ocasionó una catástrofe en las zonas aledañas y la evacuación inmediata de los habitantes de dicha ciudad.
Desde ese momento la región conocida como la Zona de Exclusión de Chernóbil, continúa siendo inhabitable para las personas, sin embargo, con el paso del tiempo la ciudad se fue repoblando de vida silvestre con flora y fauna que se asentó en el lugar, creando un inesperado laboratorio viviente para la comunidad científica interesada en estudiar los efectos de la radiación en los seres vivos.
Recientemente, un equipo del Departamento de Biología de la Universidad de Nueva York, encabezado por la bióloga Sophia Tintori, realizó un estudio publicado en la Academia Nacional de Ciencias (PNAS), en donde se explicaron interesantes descubrimientos sobre los nematodos, diminutos gusanos que habitan en el suelo.
Asombrosamente, la especie oscheius tipulae presentó una notable resistencia a los efectos de la radiación, los cuales han reflejado que su ADN estuvo mutando hasta conseguir algún tipo de inmunidad en su ambiente natural altamente radioactivo.
Conocer de dónde viene la inmunidad del ADN de esta especie, puede ofrecer pistas valiosas para la medicina humana para el estudio de enfermedades como el cáncer y otras enfermedades degenerativas.
“Que haya vida no significa que Chernóbil sea seguro; más bien significa que los nematodos son animales realmente resistentes y pueden soportar condiciones extremas”.
Tampoco sabemos cuánto tiempo estuvo cada uno de los gusanos que recolectamos en la zona, así que no podemos estar seguros exactamente de qué nivel de exposición recibieron cada gusano y sus ancestros durante las últimas cuatro décadas”, mencionó la bióloga Sophia Tintori