domingo 22 de diciembre de 2024

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Sacrificarán cientos de elefantes, hipopótamos y otros animales para mitigar los efectos de la sequía en Namibia

El Ministerio de Medio Ambiente, Silvicultura y Turismo de Namibia dijo que entre los más de 700 animales a ser sacrificados hay 83 elefantes, 30 hipopótamos, 60 búfalos, 50 impalas, 100 ñus azules y 300 cebras.

Namibia, un país conocido por su amplia diversidad de vida silvestre y paisajes impresionantes, se enfrenta a una crisis sin precedentes. La sequía más severa en un siglo ha puesto al país al borde del colapso, con casi la mitad de su población afrontando niveles críticos de inseguridad alimentaria.

En un intento desesperado por mitigar los efectos devastadores de esta situación, el gobierno ha anunciado un controvertido plan para sacrificar más de 700 animales salvajes y distribuir su carne entre las personas que más lo necesitan.

Concretamente, el Ministerio de Medio Ambiente, Silvicultura y Turismo de Namibia ha detallado que los animales a ser sacrificados incluyen 83 elefantes, 30 hipopótamos, 60 búfalos, 50 impalas, 100 ñus azules y 300 cebras. Estos animales serán seleccionados de parques nacionales y áreas comunales donde la población de fauna ha superado la capacidad de sostenimiento del entorno natural.

El gobierno sostiene que esta medida no solo ayudará a alimentar a las comunidades afectadas, sino que también reducirá la presión sobre los recursos hídricos y alimenticios, aliviando la competencia entre humanos y animales en busca de agua y pasto.

La decisión de sacrificar estos animales se da en un contexto de creciente preocupación por el impacto de la sequía en la vida silvestre y los seres humanos.

Namibia, junto con otros países del sur de África, ha sido duramente golpeada por la sequía provocada por el fenómeno de El Niño, exacerbada por la crisis climática global.

Las lluvias han sido casi inexistentes, y las temperaturas abrasadoras han dejado los campos de cultivo arrasados, sumiendo a millones en una situación de hambre desesperada.

El gobierno namibio declaró el estado de emergencia en mayo de 2024, señalando que la sequía ha afectado a sectores vitales, incluyendo la conservación de la vida silvestre. La escasez de agua y comida ha provocado la muerte de cientos de animales, y la reducción de la población animal mediante cacerías controladas se presenta como una solución para evitar mayores pérdidas.

Además, se busca reducir el potencial de conflictos entre humanos y elefantes, que se han intensificado debido a la búsqueda de recursos en zonas pobladas.

Este no es el primer caso en que un país recurre a la caza controlada para manejar situaciones de crisis. En Botswana, por ejemplo, se permitió la caza de elefantes en 2019 para controlar la población y minimizar los conflictos con los agricultores locales.

Del mismo modo, en Zimbabue, la caza de trofeos se ha utilizado como una herramienta para generar ingresos y financiar programas de conservación. Sin embargo, estas prácticas siempre generan un intenso debate entre defensores de la conservación y quienes priorizan las necesidades humanas inmediatas.

El sacrificio de animales en Namibia también se enmarca en una estrategia más amplia para aprovechar los recursos naturales en beneficio de la población. A lo largo de los años, el país ha utilizado carne de caza para apoyar eventos nacionales, regionales y tradicionales, y en esta ocasión, la carne se destinará directamente a la ayuda alimentaria.

Desde que comenzó la implementación de esta medida, se han sacrificado más de 150 animales, proporcionando aproximadamente 56.875 kilogramos de carne, que se distribuyen en las áreas rurales más afectadas.

En última instancia, la iniciativa del gobierno namibio refleja una realidad cruda y compleja: la interdependencia entre la conservación de la vida silvestre y la supervivencia humana.

Mientras Namibia lucha por equilibrar estos intereses en medio de una sequía devastadora, el debate sobre las implicaciones éticas y ecológicas de tal medida continúa.

La pregunta que persiste es si este sacrificio masivo será suficiente para aliviar la crisis actual o si, por el contrario, desencadenará consecuencias aún más graves para el ecosistema y las futuras generaciones.

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