Si bien las percibimos como estrellas fugaces, se trata de partículas de polvo del tamaño aproximado de un grano de arena que deja el cometa Swift-Tuttle en su órbita alrededor del sol. El efecto luminoso se produce cuando estos granitos atraviesan la atmósfera terrestre, atraídas por nuestro planeta, y se volatilizan. Lo hacen a unos 210.000 kilómetros por hora.
Su período de actividad es largo y su máximo es entre el 11 y el 13 de agosto lo que le convierte en la tercera lluvia del año (después de las cuadrántidas y las gemínidas), aunque las perseidas son las más populares por ser visibles desde el hemisferio norte durante el verano y son también conocidas en los países católicos con el nombre de lágrimas de San Lorenzo, porque el 10 de agosto se celebra su santoral.
En la Edad Media y el Renacimiento las perseidas tenían lugar la noche en que se le recordaba, de tal manera que se asociaron con las lágrimas que vertió san Lorenzo al ser quemado en una parrilla.
El registro más antiguo que se tiene de la actividad de las perseidas es del año 36 d. C., de los anales históricos chinos donde se cita un pico de meteoros en esas fechas. Pero no fue hasta 1835 cuando el astrónomo belga Adolphe Quetelet muestra que se produce una lluvia de meteoros, de forma cíclica en agosto, con su radiante en Perseo.
De acuerdo con la NASA, este 2021 podremos observar que el fenómeno alcanzará su punto máximo de actividad durante la noche del 12 y la madrugada del 13 de agosto. Se espera que durante este periodo puedan observarse hasta 100 meteoritos por hora, pues la Tierra atravesará los rastros de escombros dejados por los cuerpos celestes en la atmósfera; en este caso, los del cometa Swift-Tuttle.